Debo agradecer a la Academia Nacional de Medicina de
Uruguay, el honor inmerecido de presentar este homenaje a una de las figuras
más importantes de la Medicina del Río de la Plata, de todos los tiempos. Y muy
especialmente, a un referente inolvidable de la Medicina Uruguaya.
Fernando
Herrera Ramos fue uno de los fundadores de la Academia Nacional de Medicina de
Uruguay y desempeñó con brillo su Presidencia. Había tenido una larga y
fecunda labor como Profesor de Clínica Médica, fundador de la Reumatología en
Uruguay y uno de sus principales impulsores en América Latina. Fue fundador de
la Sociedad Uruguaya de Historia de la Medicina y él mismo un historiador de la
Medicina, que dejó numerosos trabajos y testimonios. Escribió entre muchos
otros trabajos, una Historia de la Facultad de Medicina de Montevideo, que
habiendo ganado un concurso, hasta hoy permanece inédito. Auténtico y grande
Maestro, de referencia para muchas generaciones de otros distinguidos
profesores que le convocaban ante casos difíciles. Formó a muchos que luego
seguirían sus pasos en diferentes disciplinas. Fue un navegante solitario en
tiempos de descubrimientos vertiginosos, y orientó a colaboradores y discípulos
hacia los nuevos horizontes que la Ciencia y la tecnología les abrían, sin
perder jamás de vista la dimensión ética y humana de su profesión. Un
trabajador infatigable, a quien la muerte sorprendió trabajando en su
consultorio. Fue
un gran señor de la Medicina, que supo amalgamar una enorme sabiduría con una
profunda modestia; una amplia generosidad, con un inconmensurable amor a sus
enfermos. Tuvo un permanente
compromiso con la Ética, y fue por ello convocado durante muchas décadas, para
brindar a los médicos recién graduados un mensaje de bienvenida, donde les
relataba qué les aguardaba en el ejercicio de la noble profesión que recién iniciaban, advirtiéndoles
acerca de los peligros y tentaciones del camino.
Pero
también tuvo el privilegio de ser un descendiente directo de los primeros
pobladores de Montevideo, aquellos que vinieron de las Islas Canarias en 1730,
y que tantos personajes dieron a nuestra Historia Nacional, desde la
integración del primer Cabildo. Era un auténtico patricio.
II
Nació
en Montevideo el 18 de mayo de 1902 y fue bautizado en la Catedral
Metropolitana con el nombre de Fernando Félix Venancio. Sus padres eran
Fernando Herrera Moratorio y Celia Ramos Suárez. Ambos procedían de familias
radicadas en el Uruguay desde la época de la Colonia. La familia paterna
pertenecía al partido político llamado Colorado y de profunda fe católica: Dos
de sus tías fundaron el Convento del Perpetuo Socorro. Eran sus tíos abuelos
Julio Herrera y Obes, 16º Presidente de la República en 1890 y Manuel Herrera y
Obes, fundador de la Universidad en 1849. Por el contrario, su familia materna,
militaba en el opositor partido Nacional o Blanco, y eran ateos. Su abuelo
Dionisio Ramos era Gran Maestro de los Masones. A su vez, su madre era
tataranieta de Joaquín Suárez, Presidente del Uruguay entre 1843 y 1851.
Fue
el mayor de cuatro hermanos, y en la infancia una fiebre tifoidea lo puso al
borde de la muerte. Se cuenta en la familia que el médico que lo atendía le
presentó a su madre dos alternativas. Que su hijo fuera “Un burro sano, o un sabio enfermo”. La madre eligió la primera, y
se mudó a un viñedo en las afueras de Montevideo, para que su hijo se
recuperara. Nunca fue a la escuela. Corría y jugaba por el campo, y al llegar a
la edad de la enseñanza secundaria, la familia volvió a la ciudad. Cursó
entonces partiendo con gran desventaja en los estudios, pero rápidamente se
destacó entre sus compañeros. Ingresado a la Universidad en 1921, tomó la
decisión de ser cirujano. Para lograr una buena formación quirúrgica desempeñó
durante 7 años el cargo de Ayudante de Anatomía, desde 1925 hasta 1932. Fue
Practicante Interno de los hospitales públicos, obteniendo el primer lugar en el
concurso de oposición. Integró el Consejo de la Facultad en representación de
los Estudiantes y también el Consejo Central Universitario, entre 1934 y 1935;
en tiempos de la representación indirecta, ejercida a través de graduados.
Antes de terminar su carrera, cuando contaba 28 años, falleció su padre. Esto
cambió completamente su futuro, debiendo hacerse cargo de su madre y hermanos.
En sus primeras vacaciones desde que había comenzado sus estudios, en un viaje
al Sur argentino, conoció a la que sería
su esposa, Celia Guffanti, con quien contrajo matrimonio en 1936. [1]
Falleció
el 18 de marzo de 1991, dos meses antes de su cumpleaños número 89.[2]
III
Fernando
Herrera Ramos fue, en su temprana infancia, testigo de los tranvías a caballo y
de los primeros tranvías eléctricos y siguió toda la evolución del transporte:
por tierra, mar y aire. Por su salud y obligado reposo, se hizo un grande,
ávido e interesado lector. Tuvo ocasión de conocer a José Enrique Rodó, que era
amigo de su padre, y por esa afición, tomó “Ariel”, el mensaje a la Juventud,
como uno de sus referentes tempranos. También tuvo contacto con Carlos Vaz
Ferreira, el más destacado filósofo uruguayo, de profunda influencia en el
pensamiento de la primera mitad del siglo pasado, cuya Lógica viva y Moral para
intelectuales formaron parte de las herramientas con que nuestros jóvenes estudiantes
más brillantes, forjaban su futuro. Ingresado a la Facultad, se integró
rápidamente a la Asociación de los Estudiantes de Medicina. Fue director de la revista El Estudiante Libre, de dicha Asociación, cuya Directiva también
integró, así como la propia de la Federación de Estudiantes Universitarios del
Uruguay [3].
IV
Nuestro
Maestro el Ac. Fernando Mañé Garzón, expresó en un homenaje que se le tributara,
hace ya casi veinte años [4]:
“Orientado
inicialmente hacia la Cirugía, fue Disector entre 1925 y 1932, volcó casi
bruscamente su afán hacia la medicina interna por motivos más que científicos
circunstanciales. Huérfano de padre, debe enfrentar el sostén de su familia
haciéndosele difícil transitar
el largo camino que requería en ese entonces una carrera quirúrgica exitosa.
Así, en lugar de elegir en sus últimas rotaciones de Interno, como le
correspondían, los mejores servicios de Cirugía, elige aquellos de Medicina. Luego de pasar por los de Pediatría,
en el ya desaparecido Hospital Pedro Visca y particularmente en el Servicio de
Enfermedades Infectocontagiosas, que llevaba adelante y con rotundo éxito en
esos años la gran campaña contra la difteria.”
Se vincula a la cátedra de Clínica Médica a
cargo de Pablo Scremini de quien se hace quizá el discípulo más conspicuo,
accediendo a Jefe de Clínica (1932-1935), a Profesor Agregado (1936-1947), para
ocupar sucesivamente las cátedras de Patología General y la de Patología Médica
(1947-1954). Al cargo de Profesor Director de Clínica Médica, entre 1954 hasta
su retiro por límite de edad en 1967, labor que se prolonga como Director de la
Escuela de Graduados hasta 1974 en que cumplido su mandato, cierra su carrera
universitaria curricular, después de casi 50 años de actividad docente.
V
Su
producción científica la inició en 1928 con una publicación sobre “Síndrome
secundario en la Difteria maligna”. Le siguieron muchos, referidos a Anatomía,
Terapéutica (especialmente relativos a salicilatos, magnesio, barbitúricos,
tiocianatos), enfermedades virales como Herpes Zoster y Varicela, enfermedades
del hígado, Cardiología e hipertensión arterial, Neurología, Nutrición y
Gastroenterología. A partir de 1936 inicia una serie de trabajos fundamentales
en el área de la Reumatología como Toxicosis salicílica, Fiebre reumática,
Artritis occípito-atloidea; Clasificación Anátomo-Clínica de las Enfermedades
Reumáticas; Periartritis escápulo-humerales; Crisoterapia; Poliartritis Crónica
Progresiva; Primeros casos de PAC tratados en Uruguay con Cortisona, superando
ampliamente el centenar.
VI
Atendía
con la misma diligencia, dándole todo su tiempo, a un paciente que le enviaba
en consulta un médico distinguido, de alto nivel académico, incluso algún
Profesor que había sido su discípulo, como al que le refería un médico modesto
desde el último rincón del Interior. Fui testigo de algún caso. No sólo le
hacía un exhaustivo interrogatorio, examen y valoración al paciente enviado,
sino que de su puño y letra, con aquella letra enorme que comprendía numerosas
cuartillas, le escribía una amable carta a quien le había enviado el paciente
en consulta, haciendo una prolija descripción de lo encontrado, de su
diagnóstico, pronóstico y tratamiento sugerido, siempre empleando la mayor
delicadeza para enseñar sin imponer, para sugerir sin perturbar. Y sobre todo,
sin quedarse con el paciente, como a veces sucedía con otros distinguidos
profesionales. La ética era una constante en su vida. No sólo en su prédica;
también lo era en su práctica. Custodió celosamente la identidad de los
pacientes que asistía, así estuvieran ya fallecidos, como ocurrió con grandes figuras de la política y
el mundo de los negocios, a escala planetaria, cuyo secreto custodió
vigorosamente, contra todos los embates de los curiosos e indiscretos.
VII
Él, que fue un Filósofo de la Medicina,
definió al Arte de Curar en estos términos [5]:
“Muy
a menudo se afirma que Medicina y médico es lo mismo. En realidad no es así. La
Medicina son todos los médicos que han actuado a través del tiempo
construyéndola y proveyéndola de sus características. Cada médico es el efector de la Medicina,
pero no es ella, aún cuando está amparado por la fuerza que da su tradición, su
hacer, y las características que impregnan a todos los que la ejercen.
La
Medicina se ocupa y se preocupa del Hombre más que de cada unidad humana; la
Medicina multimilenaria no tiene, para sus realizaciones, urgencias,
ansiedades, ni angustias; conoce sus objetivos y sabe que llegará; el tiempo no
le cuenta. (…)
Se
puede decir, entonces, que la Medicina es el conjunto de gestos, actos, ideas,
que buscan interponerse entre el hombre, el sufrimiento y la enfermedad. El
objetivo médico actual es muy amplio: interponerse entre los hombres, el
sufrimiento y la enfermedad; bregar por la conservación de la vida de cada uno
y de la especie, evitar la invalidez, alejar la muerte, obtener la salud
integral”.
VIII
Se
ubicó siempre y ante todo, como un Médico General Integral. Fue un gran
Internista, pero al mismo tiempo fue fundador de la Reumatología y conspicuo
contribuyente a la iniciación de las Sociedades de Cardiología y Reumatología
del Uruguay. Pero no obstante, dijo:[6]
“Nunca
he querido ser un especialista sólo en Medicina Interna, pero es indiscutible
que entre otras cosas he hecho una línea de trabajos al respecto del reuma.
Antes de 1936, antes de 1950, en el Uruguay la poliartritis, que en aquella
época llamábamos poliartritis crónica anquilosante, (…) llevaba a la anquílosis
a un porcentaje altísimo de enfermos. Actualmente Ud. ve que atiende años y
años a una poliartritis reumatoidea, porque todavía no se ha encontrado la
forma de curarla por completo, pero el paciente continúa en actividad, no tiene
anquílosis, y pasa sin sintomatología si hace el tratamiento correcto”.
IX
Herrera Ramos,[7] asistió
a la primera aplicación clínica de la Cortisona en el mundo, en la Clínica Mayo
en 1949, y fue quien la introdujo en Uruguay, como lo relató
en estos términos:
“Un
hecho casi anecdótico, el 7 de mayo de 1950 realicé la primera inyección de
cortisona en el Uruguay, y por razones especiales fue así el tercer o cuarto
país del mundo en utilizarla en la práctica médica no experimental, por más que
en la realidad es siempre una experiencia”. [8]
Hacía
un distingo de la calidad del fármaco por los resultados clínicos y fue, en esa
dirección, un precursor en el control de la bioequivalencia de las drogas.
X
Poseyó
un alto sentido de la dinámica en la Medicina, conservando sus valores
permanentes, porque como él dijo [9]: “…Para conseguir lo que deseamos, la
Medicina posee una altísima creatividad y una alta dinámica, con orientación y
sentido de progreso, y junto a ellas una multimilenaria mística que la impulsa
en el sentido del bien, y no ha hecho más que crecer con el correr del tiempo”.
Y
preguntado cómo se inserta el médico en todo esto, respondía Herrera Ramos con
este concepto:
“…El
médico debe estar en un constante modificarse y que aquel médico, o aquella
Medicina, o aquella idea de conducta en la Medicina, que se queda detenida en
el tiempo, sin evolucionar, deja de ser Medicina”.
No
eludía sin embargo la responsabilidad creciente del médico, sino que
sentenciaba:
“Es
cierto que la potencia en manos de cada médico se ha multiplicado, pero también
es verdad que ese mayor poder multiplica la responsabilidad de cada uno y de
todos, tanto en el aplicar como en el responder a las exigencias cada vez
mayores de los enfermos y de la sociedad. * La responsabilidad es uno de los
mayores problemas, pero para exigirla debe dársele al médico el respaldo en
elementos de trabajo para ejercer su función con efectividad. * De ahí que la
responsabilidad médica sea una palabra bipolar; por un lado, responsabilidad
del médico efector y por otro, de la sociedad para armarlo. Este concepto de
responsabilidad bipolar es fundamental, porque es deber de necesidad…”
XI
Preguntado
casi 30 años, si existía una crisis de
confianza hacia los médicos, manifestaba Herrera Ramos:
“No;
no existe crisis de confianza en los médicos mientras que la Medicina se cumpla
dentro de las reglas básicas de ética en el saber y la aplicación, pero el
hacerlo fuera de ellas es no cumplir con la Medicina. El problema existe, pero
en otro ángulo.
La
medicina se ha colectivizado a través de las mutualistas, los seguros sociales,
y aún la asistencia a través de las organizaciones del Estado. La consecuencia
es que ha aparecido en el asistir médico, en función de curación y de
profilaxis, un tercer responsable que debe hacer frente a las exigencias de un
buen asistir y que habitualmente está interferido por profundas problemáticas
económicas directas o administrativas que hacen que el paciente piense que lo
recibido es ineficiente. Siempre se generaliza, y la realidad es menor que la
exactitud de las críticas, pero los déficit existen y la disminución de la
confianza es también para la organización, no para el médico que sigue siendo
el apoyo máximo de la salud (…)” [10]
XII
Desde
una perspectiva histórica, moderada por la sabiduría, daba la proyección de la
Medicina y de las sucesivas generaciones, en estos términos magistrales:
“Lo
que realizamos es siempre el resultado de una conjunción de esfuerzos de
cuantos nos rodean y de nosotros mismos. Si ahora vemos más profundamente, si
los horizontes que oteamos son más extensos, si la influencia sobre cuánto está
acompañándonos es mayor, se debe a que nos levantamos sobre los hombros de los
gigantes que nos precedieron, como decía un escritor anónimo de la escuela de
Chartres en el siglo XIII al comentar la obra de John de Salisburg, médico y
filósofo del siglo XII. Cada uno que
llega al vértice ha sido, y va siendo, modelado por cuantos lo rodean: familia,
compañeros, alumnos, discípulos, rivales de concursos; se es en realidad,
exponente de un grupo, de una generación, y para los excepcionales, de un
momento de la Historia”.
XIII
Sobre
la colaboración con otros pioneros de la Argentina y los Estados Unidos en la
fundación de la moderna Reumatología, que tantos avances logró en la segunda
mitad del siglo XX, nos decía [11]:
“(…)
La actividad reumatológica surgió como consecuencia directa de los enfermos que
planteaban problemas y no los conocíamos, llevándonos a estudiar y tratar. En
1936, en la Clínica Médica del Maestro Scremini, iniciamos la primera
policlínica reumatológica. Rápidamente se nos unieron médicos jóvenes. En 1939
fundamos la Sociedad Uruguaya de
Reumatología, con el grupo de la policlínica y médicos que comenzaban a
interesarse. En ese momento nació la Reumatología uruguaya que tan brillante
trayectoria ha tenido, alcanzando cargos de alta jerarquía internacional. En
1938, había nacido la Sociedad Argentina bajo los impulsos de Aníbal Ruiz
Moreno, con el cual extendimos la inquietud de las enfermedades reumáticas en
Sud América y fundamos la Liga Panamericana contra el Reumatismo, en conjunto
con Ralph Pemberton, de Estados Unidos. Hemos colaborado en el nacimiento de
otras entidades de la misma orientación, y en lo que me es personal, estoy muy
vinculado al nacer de la Reumatología en Brasil, que ha alcanzado alto valor
mundial. Desde la Presidencia de la Liga Panamericana y del Segundo Congreso de
Reumatología en 1954, también he sido consejero, primero, y después presidente
de la Liga Internacional contra el Reumatismo y del décimo tercer Congreso
Internacional, efectuado en Japón en 1973 con la asistencia de unos cuatro mil
médicos del mundo entero”.
Su amplísima vinculación internacional
le llevó a dictar más de 100 conferencias en Argentina, Brasil, Bélgica, Chile,
España, Francia, Grecia, Japón y México, en 60 años de intensa actividad
científica.[12]
Al
cumplir 80 años, dictó una impactante conferencia en la ciudad de Salto,
titulada El médico y el período terminal
de la vida del Hombre, una magnífica pieza de reflexión y enseñanza sobre
el tránsito final por la vida, que generalmente permanece fuera de los límites
de la docencia médica. Allí finalizaba con este párrafo: “La Filosofía del vivir la va
estructurando cada uno y cada orientación de los hombres en el cursar de su
desarrollo, esté o no escrita, la
Medicina posee la suya, básicamente interponerse entre los
hombres, el sufrimiento y la enfermedad, pero tiene un capítulo propio dentro
de lo Humano, acompañar el morir.” [13]
XIV
Dio
una relevante importancia al entorno íntimo del médico, a su familia, apoyo
fundamental para su trabajo, en estos términos:
“El
médico integral vive para su familia y la Medicina, carece del derecho de
distraerse en otras actividades, aún cuando nunca olvidará que la cultura general es la base del triunfo en
la especialización. Midiendo la real
situación, se comprende entonces que es imposible llegar a los resultados que
la vida va exigiendo sin un núcleo familiar que esté a nuestro lado, sienta la
Medicina como función propia, comprenda que la integra y debe ayudar a
cumplirla, en el trabajo permanente, en alerta constante de ocho de la mañana
de un día a ocho de la mañana del siguiente. La esposa es el centro fundamental, es con ella que iremos adelante y
que será posible llegar a los vértices con máxima eficacia. Todo lo realizado
en asistencia, docencia, investigación, organización científica, no existiría
sin la comprensión de mi esposa y de mis dos hijas. Mis dos hijas… Las dos me dieron enormes
satisfacciones: una médica, siguiendo la línea asistencial y atraída por el
embrujo de la docencia, que tanto nos arrastró en la vida; la otra, con su
excepcional capacidad que tanto nos dio, mientras estuvo en condiciones. Sin
ellas tres, no hubiera alcanzado límites jamás soñados; cuánto y cuánto
sacrificios en aras del luchar por los otros, cuánto han dejado de lado para
que la función, cada vez más absorbente, fuera cumplida; cuánto acompañar día y
noche para hacer más suave la labor, más tolerable la fatiga, cuánto aconsejar
con amplia y superior pasión.
La familia tiene una influencia mucho mayor de lo que
habitualmente creemos; pensamos debernos a nuestro esfuerzo y olvidamos cuánto
hace el ejemplo, el contacto diario, el apoyo, la crítica, el empuje de
aquellos unidos a nuestro camino. Mis padres me dieron la vida y la capacidad
genética, el ejemplo de su dedicación a trabajar constantemente para nuestra
preparación, el ejemplo de su fuerza para enfrentar problemas, el ejemplo de su
permanente inquietud para estar de acuerdo con el momento de la época”. [14]
XV
No cesó
nunca su actividad, ya sea en la Sociedad Uruguaya de Reumatología, en el Instituto
Nacional de Reumatología del Uruguay, en tareas de la Facultad , junto a sus
discípulos, y sobre todo junto a sus pacientes, hasta el mismo día de su muerte
mientras trabajaba en su Consultorio, a pocos días de cumplir 89 años, y a
pocos meses de los 60 años de actividad permanente.
El Profesor Fernando Herrera Ramos en su conferencia del Acto Inaugural del
IV Congreso de Reumatología del Cono Sur en 1988 [15],
hizo en vida un breve pero significativo balance de su trayectoria:..”He cumplido mi función de médico,
interponiéndome entre los hombres, el sufrimiento, y la enfermedad. He cumplido
una labor, he actuado como hombre, como hombre médico, estoy satisfecho de
haberlo hecho, pues lo he realizado con honor”.
…”que cada uno de Ustedes en la vida lo vea así, y ayude al hombre a
alcanzar las metas, y a Ustedes a alcanzar sus sueños”.
XVI
En
el plano de la Ética y la Deontología de los médicos, desempeñó un papel único
en la historia de nuestra Medicina, por la tarea en la que comprometió su
esfuerzo de predicar la conducta profesional más elevada a las generaciones
jóvenes, integrando su enseñanza a la Clínica. Pero no fue menos significativo
su magisterio en un sentido más colectivo, extendido a todos cuantos participan
de la organización asistencial moderna. Cuando presidió en 1964 y
1965 el Cuerpo Médico del Hospital Universitario, sentó las bases doctrinarias
que merecerían ser permanentemente recordadas, con estas palabras:
“El cumplimiento de la Función Médica
incluye a los médicos y a todos aquellos de cuya actuación depende que el acto
médico se realice en las mejores condiciones.
Esta unión alrededor de la salud del
Hombre hace que todos los trabajadores en Función Médica estén regidos por los
mismos y milenarios principios de ética que van desde el secreto médico hasta el sacrificio personal para el
mantenimiento de la máxima efectividad posible en cada momento y en cualquier
situación.
La responsabilidad social de todos y
cada uno de sus componentes es la misma pues son hombres dedicados al cuidado
del Hombre y sobre ellos reposa la vigilancia de la Vida.
La consecuencia de las obligaciones que
se adquieren por ingresar al grupo de trabajadores de la Salud, es que la
detención, supresión o disminución voluntaria de la capacidad de servicio debe
ser un hecho de extraordinaria excepcionalidad.
Pero también debe obtenerse que la
sociedad, a través de sus organismos de gobierno, reconozca la posición del
conjunto de personas dedicadas a asistencia y profilaxis colectiva o unitaria y
ponga especial consideración para su situación económica y social”. [16]
Sin
lugar a dudas, Fernando Herrera Ramos fue un Maestro de la Clínica y de la
Ética. Ejerció la Medicina con altura inigualable, rescatando la dignidad del
médico y la necesidad del estudio y actualización permanente, para ejercer la
profesión con responsabilidad social. Fue un universitario integral, tal vez en
una dimensión que hoy se ha perdido u olvidado en gran parte. Su Maestría
estuvo presidida por un hondo humanismo. Como dijeron los autores árabes de un
médico sefaradí del siglo XII: “ La Medicina
de Galeno es sólo para el cuerpo. Pero
la de Maimónides es para el cuerpo y el alma”.[17] La que Herrera Ramos practicó y enseñó también
lo fue. Por eso será la suya una de las figuras señeras en la Medicina del
Siglo XX en el Río de la Plata, y de hondo significado para todos nosotros.
Muchas
gracias.
Antonio
L. Turnes
Buenos
Aires, 11 de noviembre de 2010
[13] HERRERA RAMOS, Fernando: EL MÉDICO Y EL PERÍODO TERMINAL DE LA
VIDA DEL HOMBRE. Folleto de 12 páginas. Mayo
18 de 1982. (Cortesía de la Dra. Celia Emma Herrera Guffanti).
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