En los últimos años, la ciencia ha identificado varias mutaciones genéticas relacionadas con la obesidad. Estas pequeñas alteraciones escritas en el ADN inciden directamente en nuestras posibilidades de engordar, nos hacen más propensos al sobrepeso. Sin embargo, no tienen 'la última palabra' sobre nuestro organismo. Tal como acaba de poner de manifiesto una investigación con participación española, el ejercicio puede 'desactivar' su poder.
Este trabajo, que se publica en las páginas de la revista 'Archives of
Pediatrics and Adolescent Medicine', evaluó a 752 adolescentes de 10
países europeos que portaban una alteración en el gen
FTO, uno de los relacionados con la obesidad. Concretamente, estos
jóvenes presentaban una variante conocida como rs9939609,
que se ha asociado con un aumento significativo del peso y la grasa
corporal en diferentes poblaciones.
Además de medir su talla, peso y circunferencia abdominal, entre
otras variables, los autores de esta investigación analizaron la
cantidad de ejercicio que los participantes realizaban al día a través
de un acelerómetro, un aparato capaz de registrar la cantidad e
intensidad de los movimientos.
"Las recomendaciones generales de actividad física para los niños y
adolescentes dicen que éstos deberían hacer al menos 60 minutos de
actividad física todos los días de la semana [...] Queríamos saber si
seguir las recomendaciones podía atenuar el efecto de la mutación
genética", comentan los investigadores en su trabajo.
Los resultados de su análisis confirmaron esta hipótesis. Según sus
datos, en aquellos adolescentes que realizaban más de una hora diaria de
ejercicio –de moderado a intenso-, "la presencia del genotipo
de riesgo no se asociaba con un mayor índice de masa corporal,
porcentaje de grasa o circunferencia abdominal". Por el contrario, para
los jóvenes más sedentarios, la existencia de la alteración genética sí
resultaba determinante.
Cumplir las recomendaciones
En sus conclusiones, los investigadores subrayan que sus hallazgos
tienen implicaciones fundamentales para la salud pública ya que indican
que "cumplir con las recomendaciones de actividad física puede
contrarrestar una predisposición genética al sobrepeso y la obesidad en
adolescentes".
"Existe la creencia popular de que no se puede hacer nada contra lo
que predetermina la genética. Nuestros datos demuestran que esto no es
así y que modificando el estilo de vida se puede atenuar e
incluso hacer desaparecer los efectos negativos de un gen",
comenta Jonatan Ruiz, investigador de la Universidad de Granada y
principal firmante del trabajo, que ha diseñado también como miembro de
la Unidad de Nutrición Preventiva del Instituto Karolinska de Estocolmo
(Suecia), donde disfruta de una beca post-doctoral.
"Estos resultados transmiten un mensaje de optimismo.
Nos muestran que, aunque estemos predestinados al sobrepeso, podemos
combatirlo con medidas sencillas como la actividad física", apunta Luis
Moreno, profesor de la facultad de ciencias de la Salud de la
Universidad de Zaragoza, quien destaca la sólida metodología empleada en
la elaboración del trabajo.
Tanto Moreno como Ruiz coinciden en señalar que "para un joven es muy
fácil cumplir con las recomendaciones. Basta con jugar al fútbol, al
baloncesto o realizar determinadas actividades extraescolares". Sin
embargo, Ruiz lamenta que "gran parte de los adolescentes analizados en
nuestra investigación no practicaban suficiente ejercicio", añade.
Según explica, el siguiente paso en la investigación será realizar estudios
de intervención para comprobar si llevar a cabo un programa de
ejercicio en niños con la citada mutación genética tiene efectos
beneficiosos sobre el riesgo de desarrollar sobrepeso u obesidad.
Además, según explica Moreno, también tratarán de averiguar qué otros
factores podrían, de forma combinada, atenuar aún más la predisposición
al sobrepeso marcada en los genes.
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