La Organización Mundial de la Salud (OMS) y diversas instancias
nacionales constatan desde 1980 un crecimiento explosivo de
enfermedades infecciosas como la fiebre amarilla, dengue y
leishmaniasis. El retorno o aumento de la incidencia de estas
enfermedades es atribuido al crecimiento de la movilidad de la
población, cambios sociales y problemas medioambientales. En otras
palabras: la deforestación, urbanización y la intensificación de la
agricultura provocan el incremento de la presencia de enfermedades.
La situación actual
El estado brasileño de Río de Janeiro sufre su peor epidemia de dengue
en la historia del país. En lo que va del presente año ya se
diagnosticó a más de 120 mil personas. La Secretaría de Salud del
Estado reveló un nuevo balance: el número de muertes causadas por la
enfermedad tropical asciende a más de cien. Asimismo se constatan
varios casos de fiebre amarilla con más de 20 víctimas fatales.
La licenciada en enfermería, Beatriz de Luque, relata la situación en
su país, Paraguay: "El año pasado tuvimos una epidemia muy grave de
dengue hemorrágico, con varios muertos. Muchos enfermos debieron ser
internados durante todo el 2007. Este año proliferó la fiebre amarilla,
una enfermedad que no se registraba desde la Guerra del Chaco
(1932-1935). El brote provocó una situación caótica por la creciente
demanda de vacunas y las protestas por la falta de dosis."
El norte de Argentina también vivió en los últimos meses casos de
dengue, fiebre amarilla y leishmaniasis. Ante estos datos, cabe
preguntarse ¿Por qué se producen ahora tantos brotes de la enfermedad?
El biólogo Daniel Salomón, director del Centro argentino de
Investigaciones en Endemoepidemias (Cendie), investiga desde hace 25
años las enfermedades infecciosas en el norte de su país. El dr.
Salomón confirma que "se está dando un proceso global de aparición de
nuevas enfermedades y el retorno de otras que parecían erradicadas. Hay
grandes pandemias en este momento que están relacionadas con la
velocidad en el intercambio geográfico, la movilidad de las personas y
bienes. Antes llegaba un enfermo con peste a Europa y, para mantener
aislada la enfermedad, ponían todo el barco en cuarentena. Ahora eso no
es posible. Se percibe un nuevo salto cualitativo y cuantitativo en lo
que es el caos ecológico. Algunas zonas del mundo ya no tienen qué
deforestar porque prácticamente no les quedan bosques nativos, eso
genera el aumento de algunas enfermedades infecciosas, que sólo eran
selváticas y hoy son selváticas y urbanas o están domesticándose, es
decir, se han adaptado al entorno urbano sobre todo a los barrios
periféricos con malas instalaciones sanitarias y alimentación
deficitaria. Toda esta ecuación termina generando un aumento de las
enfermedades infecciosas."
El ecologista Jorge Rulli pertenece al Grupo de Reflexión Rural, un
espacio dedicado al debate de la problemática rural. Rulli considera
que "en Argentina se ha instalado un modelo que ocasiona efectos
colaterales devastadores. Así como genera riqueza y aumento del PBI,
también produce efectos devastadores en las poblaciones, tanto en su
calidad de vida como en su salud, porque barre los bosques donde
habitaban muchos parásitos que ahora por no tener un hábitat propio se
refugian en la ciudad, al igual que los pájaros y hasta las víboras,
expulsadas por los agrotóxicos."
¿Cómo se transmiten las enfermedades?
El doctor Salomón explica que "los parásitos, causantes de enfermedades
como la fiebre amarilla, dengue y leishmaniasis, necesitan un animal
para trasladarse de un lugar a otro. Por lo general esa fuente son
mosquitos y ratas. Estos insectos o roedores mantienen el control de la
población parasitaria. A menudo el mosquito transmite el parásito a una
rata de la selva y de allí a otros roedores o a los monos. Cuando
empieza la modificación del ecosistema de la selva, por parte del ser
humano, ésta reduce su tamaño y tanto las ratas como los mosquitos se
empiezan a concentrar en lo que queda de esa selva. Inmediatamente se
empiezan a asentar en las márgenes de esas pequeñas junglas residuales
seres humanos que vienen con sus perros, sus propias ratas, sus cerdos
y gallinas dando a los mosquitos la posibilidad de alimentarse y
transmitir parásitos a las nuevas víctimas. Si el entorno vital cambia,
algunas especies de mosquitos o de ratas se adaptan a ese ambiente
modificado, a vivir de la basura, de los granos o en aguas estancadas.
De esta forma comienza a expandirse la enfermedad."
¿Qué hacer?
Con el brote de estas epidemias, todas las miradas apuntan al
Estado Nacional que se enfrenta a un gran dilema: si se frena la
deforestación, se ven mermados los ingresos económicos. La erradicación
de la fuente de los parásitos parece una tarea imposible. Los avisos
televisivos recuerdan a la población que los insectos se reproducen en
los lugares donde se halla agua estancada. Cabe preguntarse hasta qué
punto esa alerta es válida más aún ante la presencia de embalses
gigantescos para la producción de energía. El pánico se adueña de los
gobiernos durante las epidemias, no faltan los que temen ante el
posible brote de enfermedades como la peste bubónica. Y lo más triste
es que entonces el mundo se percata que el último especialista murió
hace 40 años.
Por tanto compete al Estado nacional optar entre la salud de la
población con menos recursos y las ganancias de las exportaciones
agrícolas. Pocas veces se toma una decisión de tanto peso. En
consecuencia no queda otra alternativa a la población que adaptarse a
los cambios ambientales al igual que hacen los parásitos.
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