Un estudio publicado en 'British Medical Journal' podría suponer un cambio de paradigma en el uso de los fármacos tocolíticos, aquellos empleados para retrasar unas horas los partos prematuros. A la luz de sus resultados, como indica un editorial que los analiza, el dilema ahora no es cuál de ellos administrar sino si usarlos o no, dados los efectos adversos que tienen y su controvertida eficacia.
Los partos prematuros
son la primera causa de morbi-mortalidad perinatal en el mundo
desarrollado. Por eso, cuando un alumbramiento llega antes de tiempo, los médicos suelen administrar a la madre un tipo de fármacos, llamados tocolíticos, para retrasar el nacimiento 48 horas.
Ése es el tiempo que se emplea en proporcionarle al feto
corticosteroides, que aceleran la maduración de sus pulmones
incrementando sus posibilidades de supervivencia, y para trasladar a la
madre a un centro con unidad neonatal de cuidados intensivos.
Sin embargo, ni la eficacia ni la seguridad de estos medicamentos
está clara. Existen algunos estudios comparando sus efectos con los de
un placebo pero pocos que comparen unos con otros y la información que se desprende de ellos no es concluyente.
Así pues, un equipo de investigadores belgas y holandeses ha realizado
un estudio que trata de aclarar las dudas en cuanto a la seguridad de
los tocolíticos.
Seleccionaron a 1.920 mujeres que fueron tratadas con estos
medicamentos entre julio de 2006 y julio de 2007, en 28 hospitales de
los citados países. Los más empleados fueron la nifedipina (que bloquea
los canales de calcio), el atosiban (antagonista de la oxitocina, la
hormona que induce el parto), dos agonistas de beta adrenoceptor
(ritodrina y fenoterol) y la indometacina, ya fuera en uso individual,
combinado o consecutivo.
Una decisión que 'no se puede tomar a la ligera'
Los autores registraron 28 efectos adversos graves (hipotensión
severa, edema pulmonar, disnea, infarto, etc.) o leves (taquicardia,
náuseas, mareos y dolor de cabeza) entre todas las participantes. La
incidencia de reacciones serias asociadas a los tocolíticos era baja
(0,7%). Sin embargo, entre las mujeres que recibieron más de un fármaco
ésta sí era elevada (entre 1,6% y 2,5%). "Dado que no existe
ninguna evidencia de que el tratamiento combinado sea mejor que el
individual o el secuencial, creemos que debería descartarse", apuntan los autores.
Uno por uno, los tocolíticos mostraron un perfil de seguridad distinto. El atosiban fue el que menos problemas causó,
aunque su precio es considerablemente mayor que el de la nifedipina.
Los agonistas beta, por su parte, fueron los que más efectos adversos
provocaron, cayéndose así, según los autores, de la lista de fármacos
de elección para retrasar el parto.
Los resultados "resaltan la relativa seguridad de estos medicamentos
para la madre", señala el editorial que acompaña a este trabajo, pero
también "recuerda que la decisión de usar o no la tocólisis no se puede
tomar a la ligera".
"El dilema real es si debemos o no tratar [a las
mujeres en riesgo de parto prematuro]. No sólo la tocólisis podría
carecer de beneficio alguno sino que podría ser dañina [para el feto]",
concluyen los autores del editorial. La solución para disipar estas
dudas es llevar a cabo un ensayo clínico con estos fármacos, coinciden
ambos grupos.
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